Hasta la semana pasada nunca nadie me había dicho nada semejante. Estaba trabajando con un equipo de jóvenes profesionales en una de las grandes automotrices que todavía funcionan en el país y mientras explorábamos diferentes aspectos que impactan en el desarrollo de sus carreras, un joven de 32 años dijo en voz alta y sin pestañear. “Mi puesto tiene obsolescencia programada”.
Lo primero que pensé es que estaba haciendo un uso metafórico del término, por lo que inmediatamente le pregunté qué exactamente significaba lo que había dicho. Me respondió con enorme tranquilidad: “Hasta hace tres años yo era responsable de la implementación de una serie de softwares indispensables para el correcto funcionamiento de los autos que producimos, pero de tres años a la fecha se han desarrollado una serie de apps que están volviendo mi posición redundante”.
Luego explicó que habiendo comprendido esto hacía tiempo, había comenzado a trabajar con otra área a la que su expertise aportaba valor con lo que, a fines del presente año, pasaría a dicho departamento y su posición desaparecería del organigrama.
Nicholas Nassim Taleb, agudo ensayista, investigador y ex trader financiero, autor de los imperdibles trabajos tales como El cisne negro y Antifrágil, propone dos términos interesantes para pensar las posiciones/trabajos que las personas nos desarrollamos hoy en día: frágil y antifágil. Y con ellos trabajé con el equipo en cuestión, con resultados sumamente interesantes.
Según Taleb, lo frágil aborrece la volatilidad, detesta los agentes estresantes, el caos, el desorden, las consecuencias imprevistas, la incertidumbre y, por encima de todo, el paso del tiempo. Su contrapartida, la antifragilidad se halla detrás de todo lo que ha cambiado con el tiempo: las revoluciones, la innovación tecnológica, el éxito cultural, la supervivencia empresarial, las buenas recetas de cocina, el ascenso de ciudades, las bacterias resistentes… incluso nuestra existencia como especie.
Respecto de esto último, como individuo soy frágil, pero la especie a la que pertenezco es antifrágil. Ahora bien, en el ámbito laboral nos fragiliza todo aquello que es fácilmente automatizable y nos antifragiliza todo aquello que tiene que ver con la capacidad de análisis, la creatividad, el aprendizaje continuo, es decir, todo aquello que resulta difícil de replicar de manera serial.
Cuanto le pedí al equipo con el que trabajaba que aplicaran estos términos a las posiciones/trabajos que realizaban dentro de la organización, fueron rápidamente capaces de distinguir sus áreas de oportunidad y, en algunas, lo que necesitaban hacer/aprender para asegurar su supervivencia laboral. Una tarea indispensable para cualquier profesional que quiera conservarse como tal.
Marilen Stengel
Escritora y conferencista, especializada en el diseño e implementación de experiencias de aprendizaje.